Imágenes y lunas
“El poemario de Dionicio Munguía, Imágenes y lunas, resulta un tránsito por el amor, un acto amoroso del ser humano que permite al dolor apostarse en lo más lejano y lo más cercano de los labios. Campo semántico que acrisola la nostalgia y el silencio para acrecentar la necesidad de hablar.
(…)
Poemario en extremo doloroso, Imágenes y lunas desaparece la diferencia entre el padre y la luna para que se fundan en el verbo. Y el hijo, el poeta, ese lobo que aúlla todas las noches esperando respuestas. Aunque éstas sean el silencio. Y a veces las palabras no tengan la fuerza para llenar el corazón y la soledad del alma” (Martín Mondragón Arriaga. cAmbiAvíA No. 25. Mayo, 2001. p. 16).
“A través de líneas sencillas y transparentes, donde lo mismo cabe el recuerdo que el elogio, Dionicio Munguía se afana por describir ese sentimiento, siempre agridulce, de no haber dicho las palabras justas en el momento justo. ¿Toda carta al padre es un ajuste de cuentas? Si no es así, entonces, ¿qué sentido tienen líneas como ésta?: “Tú nunca me enseñaste la vida. No te lo reclamo”. La vida no se enseña; cada quien mira a la luna como puede; cada quien se baña en el mar como se le da la gana: cada quien llora y guarda silencio de cierta y única manera; cada quien sabe que hay cosas que no se pueden explicar con la voz. A veces la poesía sirve y Dionicio lo sabe, y sabe también que existen asuntos sólo explicables en el silencio luminoso bajo la luna.
En el trayecto de Imágenes y lunas Dionicio borda una verdad, una verdad particular, pero verdad al fin y al cabo: La luna, que parece la misma, no lo es realmente; es mejor la luna del recuerdo, la luna de la infancia, la luna de la imaginación, con todo y que “en este doblar la espalda sobre un papel blanco” todo parezca diferente. ¿Qué hay, pues, en este poemario de sensible transparencia? ¿Es la luna el recurso verbal para acercarse al padre, para hablarle y llamarlo? ¿Es el beso o la palabra que no dimos ni dijimos? Sí, ¿por qué no? La luna para recordar cómo eras, padre, cuando yo era niño; la luna, carta silenciosa y elocuente, el perfecto modo de decir “te quiero”.
Yo no sé si Dionicio nació con la luna de plata, si nació con el alma de lobo o de pirata, pero sí sé –y por su libro Imágenes y lunas me consta– que nació con alma de poeta, pero el alma no es suficiente, hay que meterle oficio. Este libro… es prueba fehaciente de que Dionicio Munguía está trabajando y le está metiendo oficio al sentimiento. Celebro sus lunas y sus páginas” (Marco Aurelio Chávezmaya. cAmbiAvíA No. 25. Mayo, 2001. p. 16).
Información adicional
Colección | Libros de la Tribu |
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Autor | Dionicio Munguía J. |
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